Protopresbítero Gheoryios MetalinósCatedrático de la Universidad de Teología de Atenas
Logos Ortodoxo
Muchos consideran que la Ortodoxia es una
de las muchas “iglesias”. Es decir, un aspecto del cristianismo, o
otros consideran la Ortodoxia como una religión. Ortodoxia en el sentido
literal significa correcta doxa (gloria, fe y opinión). No es
una de las “iglesias” porque es la Una y verdadera Iglesia de Cristo.
Esto naturalmente no es arrogancia sino la VERDAD. Puesto que el Señor
ha constituido sólo una Iglesia, ¿cómo nosotros hablamos de muchas?
Tampoco la Ortodoxia se puede llamar religión, porque la religión es una
superstición; cada religión intenta cubrir las necesidades psicológicas
del hombre. Al contrario la Ortodoxia sana al hombre padeciente
psicológicamente (se entiende a todo hombre) y le hace santo, esto es la
grandiosa y tangible demostración de la Ortodoxia.
Hablando sobre la Ortodoxia no debemos
repetir el error de Pilato, cuando preguntó a Cristo: “Qué es la verdad”
(Jn 18,38). Lo correcto, lo ortodoxo es: “Quién es la verdad”. Porque
la verdad no es una idea, una teoría, un sistema, sino persona, la
Santísima Persona del Humanizado Logos de Dios, del Jesús Cristo. Lo
mismo tenemos que preguntar sobre la Ortodoxia, porque se identifica con
la tentrópina (divino-humana) Persona del Logos de Dios. Él, como Θεάνθρωπος Zeánzropos (Dios y hombre), es nuestra Ortodoxia, nuestra Verdad entera.
Si quisiéramos definir convencionalmente
el Cristianismo como Ortodoxia, diríamos que es la experiencia de la
presencia del Increado (Dios) dentro de la historia y el poder de lo
creado (el hombre) convertirse y hacerse Dios “por la jaris,
energía increada”. Con la presencia continua, entregada de Dios en
Cristo en la realidad histórica, el Cristianismo ofrece al hombre el
poder de la zéosis, tal como la ciencia médica le proporciona la
posibilidad de mantenimiento y apocatástasis (restablecimiento) de su salud, pero en los dos casos dentro de un proceso y una forma de vida concreta.
El objetivo único y absoluto de la vida en Cristo es la Zéosis,
es decir, la unión con Dios, de modo que el hombre participando de la
energía increada de Dios, se convierta y haga Dios “por la jaris “ esto
que el Dios es por su naturaleza (sin principio ni fin, eterno e
interminable.) Esto es el concepto cristiano de salvación. No se trata
de una mejora ética del hombre y de la sociedad, sino sobre la
renovación, recreación del hombre en Cristo, de la relación existente y
existencial con Cristo, el Cual es la manifestación encarnada de Dios en
la historia. Esto expresa la frase de Pablo: “Por lo tanto, si uno vive
en Cristo…” (2ª Cor 5,17)
El que está unido con Cristo es una nueva
creación. Por eso cristianamente la encarnación del Logos de Dios, la
introducción redentora de lo Eterno y Supremo del tiempo dentro en el
tiempo histórico, es el principio de un nuevo mundo que continua hasta
el final de los siglos y en las personas de los auténticos cristianos,
es decir, de los Santos.
La Iglesia, como “Cuerpo de Cristo” y
sociedad en Cristo, está en el mundo para ofrecer la sanación y
salvación, como adhesión del hombre y la sociedad en este proceso
renacentista. Esta obra concreta salvadora de la Iglesia se realiza
esencialmente en la Iglesia, actuando en la historia como un Hospital
universal. Por san Juan el Crisóstomo (+407) la Iglesia se llama:
“Hospital espiritual”. A continuación se dará una respuesta a las
preguntas:
1) Cuál es la enfermedad que terapia, sana la Ortodoxia cristiana.
2) Cuál es el método terapéutico que aplica.
3) Cuál es la identidad del auténtico
Cristianismo que le diferencia radicalmente de las declinaciones
heréticas y de cada forma de religión.
La enfermedad de la naturaleza humana es
el estado de caída o caótico del hombre y junto toda la creación gime,
padece y sufre conjuntamente. Este diagnóstico concierne a cada hombre,
independientemente si es cristiano o no, si cree o no, a causa de la
unidad natural del conjunto de la humanidad. (He 17,26). La Ortodoxia
cristiana no se encierra en unos límites estrictos de una religión, que
se interesa sólo para sus seguidores, sino tal como el Dios, “quiere que
todos los hombres se sanen, se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad” (1ªTim 2,4); puesto que el Dios es “sanador y salvador de todos
los hombres” (1ªTim 4,10). La enfermedad, pues, de la que habla el
cristianismo es de toda la humanidad, “…en todos los hombres vino la
muerte, puesto que todos pecaron, (olvidaron su camino hacia la zéosis),
(Rom 5,12). Tal como la caída (enfermedad) es de toda la humanidad, lo
mismo también la salvación y terapia depende del funcionamiento interior
de cada hombre.
La experiencia de los Santos conoce un
sistema memorial, la memoria noerá (espiritual humana) del corazón, que
funciona en el corazón (psicosomático) y que la medicina lo ignora. El
corazón, en la tradición ortodoxa, no funciona sólo naturalmente, como
una bomba de agua para el movimiento de la sangre. Porque más allá del
funcionamiento físico tiene también un funcionamiento sobrenatural. Bajo
unas condiciones se convierte el espacio de la kinonía (comunión, unión
y conexión) con el Dios, es decir, con Su energía increada. Está claro
que esto se percibe dentro de la experiencia de los Santos, los
verdaderos Cristianos y no con la función lógica o la teologización
intelectual.
San Nicodemo el Aghiorita, en su obra
“Manual de consejos”, recapitulando toda la tradición patrística, llama
el corazón centro natural y sobrenatural, también contranatural cuando
su funcionamiento sobrenatural es inactivo a causa de los pazos que
dominan el corazón. El funcionamiento sobrenatural del corazón es la
condición indispensable para la terminación, consumación, perfección del
hombre, es decir, su zéosis, como plena integración en Cristo comunión.
El funcionamiento sobrenatural del corazón se convierte y se hace en el espacio de la energetización del nus. En el código lingüístico de la Ortodoxia el nus
en el N. T. se llama espíritu del hombre y el ojo de la psique, es la
energía de la psique con la cual el hombre conoce a Dios, llegando a la
visión, expectación de Dios, la Zeoptía (avistamiento divino o visión de
Dios). Está claro que debemos aclarar que la gnosis de Dios no
significa gnosis (conocimiento) de la divina esencia
in-participable e invisible, sino de la energía increada. El
discernimiento entre esencia y energía en Dios es esencialmente la
diferencia de la Ortodoxia de cualquier otra interpretación del
cristianismo. La energía del nus dentro del corazón se llama “noerá
liturgia (funcionamiento) del corazón. Aclaramos otra vez que Nus y
Logos (Lógica) ortodoxamente no se identifican, porque la lógica se
energiza y opera en el cerebro, en cambio el nus en el corazón.
La liturgia o funcionamiento noeró (o del
nus), se realiza como “oración incesante” (1ªTes 5,7) del Espíritu
Santo al corazón (Gal 4,6 Rom 8,26 1ªTes 5,19). El hombre teniendo en el
corazón la memoria en Dios, tiene sentido que Dios habita en su
interior (Rom 8,11). San Basilio el Grande en su 2ª Epístola dice que la
memoria de Dios permanece incesante, cuando no es interrumpido de las
preocupaciones terrenales, sino que el nus sale hacia Dios, es decir,
está en kinonía-comunión, conexión con Dios. Pero esto no significa que
el creyente energizado de la divina energía increada evita las
ocupaciones necesarias de la vida, permaneciendo en la apraxia, inactividad o en algún éxtasis, sino de la liberación del nus
de las ocupaciones aquellas que se ocupa la lógica. Utilizaremos un
ejemplo que nos toca de cerca. Un científico que ha conseguido el
funcionamiento noeró (o espiritual humano), con la lógica de la mente se
ocupa de sus problemas, en cambio su nus dentro de su corazón, mantiene
la memoria de Dios incesante. Este es ortodoxamente el hombre
saludable, el normal, (el Santo.)
El no funcionamiento o sub-funcionamiento
de la noerá energía del hombre es la esencia de la caída del hombre. El
célebre “pecado original” es exactamente el olvido de Dios, aún en el
principio de su presencia histórica, salvar la memoria de Dios, es
decir, la kinonía-comunión, unión y conexión con Dios en su corazón.
En este estado enfermizo participan todos
los descendientes de los primeros en ser creados, porque no es un
pecado ético, personal, sino enfermedad de la naturaleza del hombre,
(por el pecado se enfermó nuestra naturaleza, observa san Cirilo de
Alejandría +444) y se transmite de hombre a hombre, tal como exactamente
la enfermedad de algún árbol se transmite en otros que provienen de
este.
La inactividad del funcionamiento de la
memoria de Dios y su confusión con el funcionamiento del cerebro, tal
como sucede en todos nosotros, esclaviza al hombre en la ansiedad, la
angustia, en el ambiente y en la búsqueda de bienestar entre el
individualismo y la insociabilidad. En este estado de enfermedad por la
caída, el hombre utiliza a Dios y al hombre para consolidar su seguridad
individual y su bienestar. La utilización de Dios se hace con la
“religión”, (el intento del hombre de arrebatar la fuerza de lo Divino)
que puede degradarse en autodeificación del hombre, (me convertía en
auto-ídolo, dice san Andreas de Kreta en el Gran Canon). El uso del
prójimo y por extensión de la creación se hace con la explotación de
cualquier manera posible. Esta es, pues, la enfermedad que el hombre
busca sanar, incorporándose íntegramente en “la clínica terapéutica
espiritual” de la Iglesia.
El propósito de la presencia de la
Iglesia en el mundo como kinonía-comunión en Cristo es la terapia del
hombre para su restablecimiento de la comunión, conexión del corazón con
Dios, es decir, el funcionamiento noeró (espiritual, del espíritu
humano). Según el bienaventurado Padre y catedrático Romanidis: “La
tradición patrística no es una filosofía social, ni un sistema ético,
tampoco un dogmatismo religioso, sino una instrucción terapéutica. En
este punto se parece mucho con la Medicina principalmente con la
psiquiatría. La energía noerá (espiritual humana) de la psique, que ora
noeramente (con el nus) espiritualmente e incesantemente en el
corazón, es un órgano fisiológico que todos lo tienen y que necesita
terapia. Ni los filósofos, ni ningún tratado de las ciencias sociales
positivas pueden terapiar, sanar este órgano. Por eso el hombre no
terapiado, no sanado por costumbre ni siquiera conoce que existe este
órgano.
La necesidad de terapia del hombre, según
las anteriores afirmaciones, es una cuestión de todo ser humano,
relacionado primero con el restablecimiento (apocatástasis) de
cada hombre en su existencia natural por la re-energetización y también
del tercer funcionamiento memorial, el noeró (o espiritual humano). Pero
se extiende también en la presencia social del hombre. Para que el
hombre pueda estar en comunión como hermano con su prójimo, es necesario
que el interés propio, que finalmente funciona como filaftía
(egolatría, excesivo amor a sí mismo y al cuerpo), convertirse en
desinterés del sí mismo o en altruista, “la agapi… no busca lo suyo”
(1ªCor 13 4-8). Desinteresada es la agapi de Dios Trinitario (Rom 5,8
1ªJn 4,7), que lo da todo sin recompensa. Por eso también el ideal
social de la Ortodoxia cristiana no es la propiedad común, sino “sin
propiedad, pobreza o la insolvencia”, como auto-desprendimiento de cada
exigencia excesiva. Porque sólo entonces es posible la justicia.
El método de terapia que se ofrece de la
Iglesia es la vida espiritual, como vida en Espíritu Santo. La vida
espiritual se vive como ejercicio (ascesis) y participación en la Jaris, energía increada, entregada mediante los misterios (sacramentos). La ascesis
es esfuerzo de nuestra naturaleza autonomizada y mortificada, que
camina hacia la muerte espiritual o eterna, es decir, la separación
eterna de la Jaris de Dios. La ascesis aspira en la victoria sobre los pazos (pasiones,
apegos), para que sea vencida la esclavitud interior de los focos
enfermizos del hombre y que participemos de la cruz de Cristo y de Su
Resurrección. El Cristiano ejercitándose bajo la conducción de su
terapeuta (guía espiritual), se convierte y hace receptivo de la Jaris que recibe por su participación en la vida mistiríaca (sacramental) del cuerpo eclesiástico. Cristiano sin ascesis
no puede haber, tal como no puede haber hombre terapiándose o sanándose
que no cumple la instrucción terapéutica que le ha definido su médico.
Todo lo anterior nos conduce a unas realidades estables, que prueban la identidad de la Ortodoxia cristiana:
a) La Iglesia como cuerpo de Cristo,
funciona como una Clínica-Hospital. De otra manera no sería Iglesia,
sino Religión. Los Clérigos al principio se seleccionaban de los
terapiados, sanados para que funcionen como terapeutas de los demás. El
funcionamiento terapéutico de la Iglesia se salva hasta hoy,
principalmente en los Monasterios que aún aguantan y no están bajo la
presión de la secularización o mundanización, continuando la Iglesia de
los años apostólicos. Por eso los monasterios ortodoxos permanecen como
modelos o prototipos para las parroquias del mundo.
b) Los científicos de la terapia
eclesiástica son los que están terapiados, sanados. El que no tiene la
experiencia de la terapia no puede ser terapeuta. Esta es la diferencia
esencial entre ciencia terapéutica pastoral y ciencia médica. Los
científicos de la terapéutica eclesiástica (Padres y Madres) instruyen y
realizan otros terapeutas, tal como los maestros de la Medicina
instruyen y consagran a sus sucesores.
c) La delimitación de la Iglesia en un
simple perdón de los pecados para la introducción después de la muerte
al paraíso, consiste en una alteración y equivale como si la ciencia
médica perdona al enfermo, para que sea sanado después de la muerte. La
Iglesia no aspira en enviar a alguien al paraíso o al infierno. Además,
Paraíso e Infierno no son lugares, sino modos de existencia. La Iglesia,
terapiando, sanando al hombre, le prepara a ver a Cristo eternamente
dentro de Su Luz increada como paraíso y no como infierno, es decir,
“como fuego consumador” (Heb 12,29). Y esto, naturalmente, concierne a
cada persona, porque todos los hombres estarán viendo eternamente a
Cristo como “Juez” del mundo.
d) La validez de la ciencia se demuestra
de la consecución de sus objetivos, por ejemplo, en la medicina, por la
terapia sanación del enfermo. Así se diferencia la auténtica medicina
científica de los curanderos matasanos. El criterio y la terapéutica
pastoral de la Iglesia es la consecución de la terapia espiritual, por
su apertura hacia la zéosis. La zéosis no se traspasa
en la vida después de la muerte, sino que se realiza en la vida del
hombre en este mundo, aquí y ahora. Esto se certifica por las reliquias
de los Santos que vencen la corrupción biológica, como por el ejemplo de
los Eptanisos (siete Islas del mar Jónico): San Esperidón, san
Gerásimos, san Diosnisio de Zakinzo y santa Teodora. Las santas
reliquias incorruptas son para nuestra tradición las pruebas
indiscutibles de la zéosis, es decir, la consumación de la
terapéutica de la Iglesia. Rogaría al mundo científico que ponga
especial atención en las santas reliquias enteras, porque no sólo no han
recibido una intervención médica, sino que en ellas se manifiesta la
energía increada de la Jaris divina. Porque exactamente al
momento que empieza la disolución del sistema molecular, automáticamente
se transmite buen olor, aroma en vez de olor malo. Me limito en los
síntomas medicinales, y no me extiendo a los milagros, como
demostraciones de la zéosis, porque pertenecen a otra esfera.
e) Finalmente, los textos sagrados de la
Iglesia (Escritura, textos sinódicos y patrísticos), no codifican alguna
ideología cristiana, sino que tienen carácter terapéutico, funcionando
como los escritos universitarios de la ciencia médica. Esto es válido
también para los textos litúrgicos, por ejemplo, las Bendiciones. La
simple lectura de una Bendición (oración), sin la paralela introducción
del creyente al proceso terapéutico de la Iglesia, no sería diferente
con el caso del enfermo con fuertes dolores que visita al médico, y
aquel en vez de intervenir drásticamente, se limita a extenderle en la
cama de cirugía y empieza a leerle el capítulo relativo a su enfermedad.
Esta es en pocas palabras la Ortodoxia.
No tiene importancia que uno la acepta o no. Por eso me dirijo a todos, y
a los no cristianos y a los desinteresados, pero también a los
“cristianos” entre paréntesis. Cualquier otra consideración sobre el
Cristianismo consiste en una tergiversación y perversión aunque quiera
proyectarse como Ortodoxia.
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